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nada que demostrarte

Actualizado: 14 nov 2020


Estos últimos años Hollywood ha llamado la atención por su intento de lavado de cara, especialmente en lo que respecta a machismo y misoginia. La doble revisión de la Academia (por un lado, replanteo de su imagen; por otro, nuevas propuestas cinematográficas) se debe a motivos económicos, tanto el cambio mediático de la Institución como el de su producción cinematográfica. El arte se adapta a/surge de lo que demanda la sociedad, así ha sido a lo largo de todos los períodos de la historia, y éste no iba a ser una excepción.


A las grandes compañías no les ha pasado inadvertido el cambio operado en la sociedad en lo que respecta a perspectiva de género. Hollywood ha caído en la cuenta de que el movimiento feminista puede ser un potente reclamo para el público, especialmente para el más joven, y ha decidido utilizarlo.


Esta instrumentalización de la corriente implica el desvirtuar de la misma: en el momento en que una tendencia social se pone al servicio del capital, sus intereses ya no van a ser necesariamente los de los afectados (en este caso, las mujeres), sino los de las empresas.


Digamos que el feminismo - en su visión más superficial y, aunque no me guste utilizar esta palabra, mainstream - se ha puesto de moda, convirtiéndose en objeto de uso por parte de las industrias, en este caso, de la cinematográfica, una de las máquinas ideológicas más potentes de la actualidad.


Esta realidad, si bien desvirtúa el origen de los planteamientos feministas - haciendo de la reivindicación inicial una mina de oro -, también sirve para acercar el feminismo - aunque sea en su faceta más frívola - al gran público, y esto es esencial si queremos una reeducación social en lo relativo al género. La representación importa, y mucho.


El valor de la representación


El problema es que a veces - por no decir a menudo - confundimos «aparición» con «representación», y parece que los grupos que han sido excluidos de los focos del cine deben darse por satisfechos con aparecer en la pantalla. Vamos, la diversidad como adorno, que evita a productores y directores tener que dar explicaciones de por qué las películas y las series llevan años protagonizadas por la misma gente.


Sí, siempre ha habido mujeres en la pantalla, pero, ¿qué historias contaban sus personajes? ¿Qué se les ha dejado ser?


La representación, en el cine, es fundamental. No basta con salir en la película; queremos personajes femeninos con tantas opciones como los masculinos: buenos, malos y regulares, con virtudes y defectos; protagonistas, antagonistas y secundarios. Queremos poder identificarnos con este u otro personaje, sin que dicho personaje sea, por norma, un hombre.


La necesaria llegada de Capitana Marvel


Una de las grandes compañías de Hollywood, Marvel Studios - perteneciente a su vez a Disney - ha estrenado recientemente Capitana Marvel, una película dirigida por Anna Boden y Ryan Fleck, y protagonizada por la oscarizada Brie Larson, quien, además de actriz, es también directora (si tenéis Netflix podéis ver su película Unicorn Store, de 2017).


Como fan de Marvel y seguidora de su recorrido a lo largo de estos diez años, mis expectativas con Capitana Marvel se encontraban en lo más alto, motivo por el que estaba muy emocionada, pero que también me asustaba: no quería que la película resultase una decepción como la que me llevé con Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017).


Hace poco más de un año, cuando aún estaba en la Universidad - *llora en me he hecho mayor* - realicé mi trabajo final para Estudios Fílmicos sobre Wonder Woman, la película de DC. Aunque, en general, creo que Marvel está haciendo las cosas mejor que su productora rival, esperaba que Wonder Woman fuese distinta al resto de últimas cintas de la casa, e ilustrase una imagen distinta de la mujer a la habitual en los taquillazos de acción y superhérores. Bueno, pues no.


Como os he dejado el link al trabajo de Wonder Woman - por si a alguien que se aburra mucho le interesa leer mi análisis - no voy a entrar en detalles, pero iré a lo básico: la Diana de los cómics originales, creada por el trío Marston-Holloway-Byrne, tiene un trasfondo considerablemente más feminista que la Diana de 2017 creada por DC.


No es un hombre quien le muestra el mundo, tampoco es Zeus quien le insufla vida, y desde luego no corre emocionada cuando ve un bebé (¿¿¿por qué si Diana no se vuelve loca al descubrir nada de la sociedad londinense que le muestra Steve Trevor, sí que estalla de emoción al ver un bebé en su carrito??? ), entre otras muchas cosas. En cualquier caso, si a alguien le interesa estudiar cómo ha variado Diana de Themyscira a lo largo de los años, le recomiendo leer Wonder Woman: El feminismo como superpoder, de Elisa McCausland.





La cuestión es que temía que Marvel hiciese con Capitana lo que DC había hecho con la Mujer Maravilla, pero no. Lejos de intentar presentar un personaje perfecto y artificial, Marvel daba en el clavo una vez más en lo que a creación de personajes se refiere: Carol Danvers (Brie Larson) tiene relieve y trasfondo: es valiente y arrojada, como se espera de una heroína, pero también tiene defectos, una terca impulsividad que, con todo, sabe aprovechar. Sin embargo, por encima de las características propias de una superheroína, es irónica, divertida, rebelde, dura y tierna a la vez. Es humana.


Por fin un personaje femenino que lucha, que vence, y con quien podemos empatizar, y todo esto sin necesidad de introducir un interés romántico masculino metido con calzador e innecesario. Adiós a la antipatía, la artificialidad o la ingenuidad - o, en el peor de los casos, al todo a la vez - a las que nos tenían acostumbradas. Personajes con los que era realmente difícil identificarse y que nos obligaban a preferir al personaje masculino, incluso cuando éste no era el protagonista.




Lo cierto es que, si al perfectamente construido personaje de Carol Danvers - con inquietudes, con el apoyo de otra mujer, con ironía, con desarrollo - le sumas el elenco - ¡Brie Larson!, Lashana Lynch, Samuel L. Jackson, Ben Mendelssohn, Jude Law - la epicidad de Marvel, la estética noventera y la agitación actual del movimiento feminista, el resultado es una película entretenida, bien hecha, muy bien ubicada y que, básicamente, todos deberíamos ver.





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